jueves, 21 de enero de 2010

lunes, 11 de enero de 2010

ESCLAVITUD, LA LACRA INCESANTE

<< El tejedor lo miró con ira y dijo: ¿ Por qué me miras? ¿Eres un espía, puesto aquí por el amo? -¿ Quién es tu amo?- preguntó el joven rey.
-¡ Nuestro amo!- exclamó el tejedor con amargura-. Es un hombre como nosotros. Pero, en realidad, hay mucha diferencia entre nosotros: que él lleva buena ropa, mientras yo llevo harapos, y mientras yo padezco hambre, él padece por exceso de alimentación.
-El país es libre- dice el rey-, y tú no eres esclavo de nadie.
-En la guerra- dijo el tejedor- los fuertes hacen esclavos a los débiles, y en la paz, los ricos hacen esclavos a los pobres. Tenemos que trabajar para vivir, y nos dan salario tan escaso que nos morimos. Trabajamos para ellos todo el día, y ellos amontonan oro en sus cofres mientras nuestros hijos se marchitan antes de tiempo, y las caras de los que amamos se vuelven duras y malas. Nosotros pisamos las uvas, y otros se beben el vino. Sembramos trigo, y nuestra mesa está vacía. Estamos con cadenas, aunque nadie las ve; y somos esclavos, aunque los hombres nos llamen libres.
-¿ Y ocurre así con todos?- preguntó el rey.
-Así ocurre con todos- contestó el tejedor-, con los jóvenes y con los viejos, con las mujeres y con los hombres, con los niños pequeños y con los viejos que se inclinan al peso de la edad. Los mercaderes nos oprimen y tenemos que hacer su voluntad. El sacerdote cruza ante nosotros repasando las cuentas del rosario, y nadie se ocupa de nosotros. A través de nuestras callejuelas sin sol se arrastran la Pobreza con sus ojos hambrientos, y el Pecado con su cara podrida le sigue de cerca. La Desgracia nos despierta en la mañana y la Vergüenza nos acompaña en la noche. Pero ¿ esto que te importa a ti? Tú no eres de los nuestros. Tienes cara demasiado feliz. >>
El ruiseñor y la rosa y otros cuentos. Poemas en prosa de Oscar Wilde, Espasa- Calpe duodécima edición, pág. 87.
Este breve fragmento de la obra nombrada anteriormente data del siglo XIX y ahora pregunto yo: ¿ ha cambiado mucho esta situación? ¿ Hay en este mundo esclavos de los vencedores y de los ricos? ¿ Somos como el joven rey o como los mercaderes y el sacerdote? A aquellos que hayan tomado la generosa decisión de leer lo que esta humilde adolescente escribe, les dirijo dichas preguntas y que contesten o no es de su incumbencia.
Pero, para aquellos que no tienen el valor suficiente de leer esto o de no contestar a dichas preguntas, les dedico mis respuestas, muy a pesar de que nunca lo lleguen a saber, muy a pesar de que nunca terminarán por caerme bien de una manera definitiva.
Ahora bien, lo que quiero transmitir con este... llamémoslo pensamiento- sentimiento, por todo cuanto llevo en mi interior, por todas esas lágrimas que derramé y sigo derramando por barbaries de esta calaña. Pues bien, como iba diciendo, lo que quiero transmitir con esto no es más que el simple hecho de que, en pleno siglo XXI y muy a pesar de los avances científico- técnicos, existe una lacra que ahoga a miles de seres humanos y que ante esto no puedo ni debo permanecer callada. Esa lacra es la esclavitud, mas existen otras muchas lacras a las que tampoco queremos prestar un mínimo de atención.
Se supone que con esto de los Derechos Humanos ya se abolió y esas cosas que siempre nos cuentan y que, por culpa de nuestra idiotización, terminamos por creérnoslo y caemos en la asquerosa trampa de las falacias y quimeras de aquellos que creen poseer el derecho de jugar con nosotros.
Pero, evidentemente, este problema, tal y como he dicho con anterioridad, sigue existiendo. Porque, compañeros míos, y permitidme llamaros compañeros y deciros míos, aunque ese míos siempre lo será con unas comillas, en este mundo impera la codicia de esos lobos que juegan con nosotros. Esa codicia imperante nos arrastra a cerrar los ojos ante la esclavitud, pues no reaccionamos cuando descubrimos que existen talleres clandestinos en donde la mano de obra barata, niños, aunque también niñas, nos teje nuestra ropa, nos hace nuestras zapatillas, nos “regala” los muñequitos típicos del insaciable McDonald, nos hila nuestras alfombras de las cuales nos jactamos porque nos han costado caras en un país exótico del que quizás no sabemos absolutamente nada.
Y, sin embargo, ¿ qué reciben esos niños? Nada. Absolutamente nada, puesto que un mendrugo de pan duro y cuatro gotas de agua en el fondo de una vasija no son nada.
Ellos son vendidos incluso por sus propios padres, comprados por magnates de grandes multinacionales, como Nike o Adidas, sometidos a horribles vejaciones, violadas, golpeados, despreciados...
Mas no solo las niñas y los niños son víctimas de tan degradantes actos, pues las mujeres explotadas sexualmente, las que viven presas en sus hogares, las que son condenadas a vivir una vida oculta tras un velo, las que se matan a trabajar y no son total y justamente recompensadas por ello... todas ellas también son esclavas. Esclavas de las mafias, esclavas del machismo, esclavas de un Estado fundado sobre una serie de pésimos valores, esclavas de la religión, esclavas de las empresas, esclavas de nuestra indiferencia, de nuestra ignorancia.
¿ Y que hay de esos inmigrantes que llegan en pateras a nuestras fronteras y a los cuales condenamos a una vida de esclavitud haciendo lo que nadie quiere hacer, siendo víctimas de terribles y sucias vejaciones? ¿ Para qué ayudarlos?¿ Para qué darles los papeles que necesitan y reconocer así que son personas tan autónomas y libres como nosotros si así los podemos explotar todo cuanto queramos? ¿ Verdad? Somos imbéciles hasta la médula.
Nada hay más hermoso en este mundo que la libertad, no hay en este mundo algo tan sublime por lo que morir luchando que la libertad. La libertad es uno de nuestros valores más bellos, más fuertes, aquello que nos hace ser lo que somos.
¿ De verdad vamos a estar dispuestos a venderla, a renunciar a ella por seguir esclavos de nuestra ignorancia y contentar a los chacales que nos manipulan y así olvidar que existen niños y mujeres que viven sin vivir? ¿ Seremos capaces de renunciar a este letargo, en el cual estamos sumidos, y luchar para que a esos esclavos se les reconozca su libertad, su autonomía, la que poseen por la sencilla razón de ser lo que son?
Creedme cuando os digo que no lo sé, que no tengo respuestas, que no puedo encontrar una solución, lo que no quiere decir que no la esté buscando. Pero sí sé algo a ciencia cierta: yo estoy dispuesta a luchar hasta el final no solo por mi libertad, sino por la libertad de todos y cada uno de los seres que pueblan este planeta sin distinción de nada. Por esta lucha creo que no solo merece la pena vivir, sino, también, morir.