viernes, 31 de julio de 2009

LA IGNORANCIA MATA

¿Dónde está el hombre que cree poseer la evidencia de la verdad absoluta de todo cuanto afirma, o la falsedad de aquello que condena, o que dice haber llegado hasta lo más hondo de las opiniones sostenidas por los demás? La necesidad de creer sin saber, a menudo incluso en los temas más complejos, en este movedizo estado de continuos cambios y profunda ceguera en el que nos encontramos nos debería hacer reflexionar sobre la importancia de cultivar el propio entendimiento antes de imponerlo sobre el de los demás.
En este mundo hay demasiadas personas incapaces de entender algo tan simple como lo enunciado en esta cita, demasiadas personas que son incapaces de aceptar la verdad de la que se lleva huyendo tanto tiempo...
He decidido comenzar esta incontrolable sucesión de verdades con este título puesto que el mundo está plagado de personas ignorantes que se creen demasiado humanas y que por ello tienen el ruín derecho de mirar a los demás por encima del hombro. Sinceramente, no pretendo herir a nadie, ni influir en nada, ni mucho menos intento creerme mejor que cualquiera para mostrar tales cosas; sino que tan solo intento mostrar al mundo su propia vergüenza, ya que estoy hasta los mismísimos ovarios de tanta injusticia saliente de las entrañas humanas. Además, cualquier problema derivado de mi acción será asumido por mí, puesto que si alguien tiene alguna queja ya sabe qué hacer. Dicho esto, me propongo a comenzar el tema sobre el que versa este asunto.
En este maravilloso mundo hay dos tipos de personas: los que son ignorantes, pero no lo aceptan y por ello se creen mucho más inteligentes que otros, y los que son ignorantes, lo aceptan y tratan de poner un remedio a ello (y que por ello te llaman vándalo). Como del primer tipo hay demasiados son éstos los que ocuparán dicho artículo.
Pero, ¿qué es un ignorante? Para mí un ignorante no solo es aquella persona que no sabe quién es Leonardo da Vinci o qué es la Gioconda o que no sabe hacer una sencilla operación como una ecuación de primer grado o que no tiene ni idea de geografía; sino que también es aquella persona que se cree superior a cualquier otra por pertenecer a la clase socio-económica que pertenece, o que es de un sexo determinado, o que es de un color de piel determinado... En pocas palabras, ser racista, machista u homófobo, es decir, fascista, entre otras cosas, también suele ser signo de ignorancia.
Esa persona que intenta ir en contra de verdades tan evidentes, como, por ejemplo, que los animales también son seres vivos con sentimientos o que somos nosotros quienes provocamos la miseria en países como África o que no existen árboles del dinero o que la mujer es igual que el hombre o que puedes creer en el dios que te dé la real gana... y así se podría seguir durante una vida, pero como no quiero destapar tantas cosas a la vez, ahí queda todo. Pues bien, como decía, esa persona que intenta ir en contra de verdades tan evidentes es, a mi juicio, un ignorante.
¿Queréis saber por qué? Porque sí, se podrá haber hecho inventos, haber llegado a una mayor comodidad, haber descubierto cosas, haber erradicado enfermedades que parecían imposibles; pero todo esto hoy día y durante una historia ha sido el privilegio de unos pocos. Nunca se ha dudado en dejar caer al otro para subir uno, nunca se ha parado una guerra o una injusticia que había sido producida por un gran error respuesta de la persona porque no tiene conciencia de lo qué es ni de lo qué son los demás, nunca se ha dicho "no mato a mi hermano"...ya lo dijo una vez Hobbes, "el hombre es un lobo para el hombre".
Nuestra especie debería ser extraordinaria y no destacar tan solo porque estemos comiéndonos el planeta, literalmente. Sin embargo, una especie no puede ser jamás extraordinaria mientras uno de los suyos se esté muriendo, aún cuando esa muerte sea evitable, y mientras tanto otro sea feliz. Nietzsche dijo una vez en vida que ningún ser humano debe ser feliz hasta que el más pobre de los pescadores reme con remos de oro, y ese pobre, en opinión mía, son muchos.
Pero, aún así, no se le debe echar la culpa de tanta barbarie a ningún dios en el que no se cree, ni mucho menos a ningún otro ser vivo que no seamos nosotros; sí, somos nosotros los causantes de tanta barbarie, de tanta injusticia, de tanta ignorancia; nosotros con nuestros aires de "somos los mejores y por ello hacemos lo que nos da la gana". Evidentemente, no hemos nacido así, tan humanos y, al mismo tiempo, tan poco humanos. No, no nacimos así porque el ser humano es el único ser vivo que tiene conciencia de que no nace hecho, sino que se hace mientras crece y madura y esto es de este modo puesto que tenemos el mayor privilegio que hay, junto con la razón, la libertad. Somos totalmente libres, pero nuestra libertad, la misma que nos hace elegir continuamente, trae consecuencias que debemos aceptar bajo cualquier circunstancia. Es decir, si desde un principio aceptáramos las consecuencias que derivan de nuestras acciones y elecciones, que realizamos gracias a la libertad, y no nos empeñáramos en echarle el muerto a Eva por comerse una manzana (cosa que es evidentemente falsa), a un dios en el que ni siquiera creemos o a nuestro vecino, os aseguro que el mundo sería mucho mejor, un lugar más habitable y la especie humana sería algo más que un mono desnudo.
En definitiva, si uno es dueño de sí mismo y de su destino, que lo es, también es dueño de sus acciones.
Si aceptáramos nuestra ignorancia al compás de aceptar que se le debe de poner un remedio, nos tomaríamos la molestia de concienciarnos, que es lo que realmente nos hace falta, y llegaríamos a tales conclusiones, conclusiones de las que el hombre lleva huyendo durante toda una historia. Haríamos así el mayor descubrimiento.
Del mismo modo que de nuestra mano vienen los errores, en nuestra mano está la solución, todo depende de nosotros (y esto me duele mucho decirlo).